Por: Carlos
Martínez-Cava
Un fantasma recorre Europa...
Así anunciaba Karl Marx el envite que sus ideas provocarían en
el Occidente liberal y capitalista. ¿Es hoy necesario pronunciar esa misma
frase? Quizá sí, pero no con la misma respuesta.
Superada la afirmación del “Fin de la Historia” o del
“Crepúsculo de las Ideologías”, se puede observar –en el mundo de las ideas- el
enfrentamiento entre dos concepciones del mundo con planteamientos muy
distintos, -en lo que a sus fundamentos filosóficos y jurídicos hace- con
respecto a cuestiones clave como son la Libertad, la Justicia y la
Igualdad.
Es la visión del Comunitarismo frente a las clásicas ideas del
Liberalismo. La globalización creciente, el desarraigo y la tecnificación de
nuestras vidas ha provocado preguntas sobre la destrucción de las comunidades,
sus tradiciones, su entorno cultural y económico. Y todo ello, ha conducido a
plantear fuertes interrogantes sobre los límites del Individualismo
frente a la Comunidad.
INSUFICIENCIA DEL LIBERALISMO
Generalmente, entendemos por Liberalismo la doctrina económica
librecambista y también la filosofía política y moral con que se han revestido
nuestras Constituciones desde los tiempos de la Revolución Francesa.
El Liberalismo postula “la mayor felicidad para el mayor
número” en un desarrollo de medidas donde la libertad del individuo prima
frente a todo. La extensión de la soberanía del individuo, la
internacionalización sin límite de los medios de producción provocó la ruptura
de las comunidades tradicionales, aislando a los individuos (a los que trasladó
a las grandes urbes) convirtiéndolos en extraños unos de otros.
Esto fue puesto de manifiesto tanto por Marx, inicialmente,
como por Marcuse en su “Hombre Unidimensional”.
Frente a ello, todos los clásicos del Comunitarismo (del que
es importante referencia John Rawls, Adam Swift y Stphen Mulhall) retornan a
Grecia. Tradición Aristotélica frente a individualismo. Así,
dicen que el Hombre no nace aislado, sino que su existencia se circunscribe a
las Comunidades a las que pertenece (Familia, Ciudad, Polis). Y lo que es muy
importante: tales identidades preceden y conforman al individuo y lo
responsabilizan de ello frente al futuro.
Esto que puede parecer una obviedad, es lo que el Liberalismo
ha destruido. La Historia se ve hoy como un Museo o Parque Temático, y la
Patria ya no existe sino como algo etéreo y difuso limitado a la aceptación y
defensa de una legalidad determinada.
Los comunitaristas beben de Hegel (como denuncia
del Idealismo Kantiano) proponiendo la inclusión del hombre en la Historia), de
Herder (para valorar la diversidad de pueblos y culturas) y de
Heidegger (para criticar la inautenticidad moderna).
CRISIS
La crisis de participación en la democracia actual tiene su
origen en la esencia de la idea misma liberal. Si ya existe un consenso
generalizado sobre lo esencial y las divergencias se reducen a una concepción
más o menos igualitarias en lo económico, ¿para qué participar?
Señales de contestación a esta concepción unidimensional han
sido los movimientos ecologistas y regionalistas que han discurrido
transversalmente a la artificial división izquierda-derecha; pero han sido
manifestaciones parciales, luces que alarmado sobre un sistema filosóficamente
en quiebra.
Lo más grave, con todo ello, ha resultado ser la atomización
del individuo. La reducción de la Cultura a mero bien de consumo. Y esa
atomización ha llevado a la formulación de preguntas que, por radicales, pueden
resultar –para algunos- obscenas:
- ¿Porqué se ha de ser solidario con un Sistema que define al individuo como ser aislado?
- Si no hay una noción general y compartida del Bien, ¿qué es, en consecuencia, la Justicia?
- Si el Sistema es neutro, ¿cómo me puede exigir, incluso, que yo sacrifique mi vida, si se siente amenazado?
UN NUEVO COMIENZO
Se podrían describir los ejes polares de un nuevo comienzo en
las siguientes claves:
- Comunitarismo.
- Ciudadanía.
- Europeísmo.
- Paganismo.
- Ciudadanía.
- Europeísmo.
- Paganismo.
Comunitarismo.- Somos seres
sociales y nuestra existencia se deriva de pertenecer a una Comunidad que nos
ha precedido, que heredamos. De ahí la reivindicación de bienes irreductibles a
una razón instrumental y económica.
Una Comunidad es un ser vivo, una Historia en movimiento,
conjunto de muertos, vivos y de porvenir vinculados todos a un Proyecto
Histórico en común.
Ciudadanía.- No cabe otra
legitimidad que la popular. Ni teocracia islámica, ni plutocracia americana, ni
hipertecnocracia occidental.
La Democracia Participativa es el único régimen defendible.
Pero para su existencia hay que dejar de ser súbditos de los plutócratas y
esclavos del Pensamiento Unidimensional.
Europeísmo.- Nuestra Historia es
garantía de voluntad de independencia y soberanía. Esta se articula de forma
directa en lo local (para lo problemas pequeños) y en clave Europea (para las
soluciones globales).
Europa como Comunidad Histórica, como forma de “estar”
en el Mundo. Europa enraizada en tres pilares: Arte, Lengua y Razón. Comunidad
de Hombres Libres.
Paganismo.- No se concibe la
Libertad sin lo Sagrado. Europa es Pagana en su esencia. La superación de todos
los colonialismos y racismos deriva de este reconocimiento.
Hay que afirmar la armonía serena entre el Hombre y el Mundo,
la apertura y reconocimiento a otras culturas y pueblos; reconocer formas,
órdenes y “valores” cuya existencia nos precede, nos sucede y nos supera,
sintiendo la conciencia trágica de la vida (orden y caos, la vida no es lineal,
la felicidad perenne es un fantasma publicitario burgués).
AHÍ ESTAN LOS DADOS DEL TREMENDO JUEGO. ¿QUIÉN SE ATREVE A ECHARLOS?
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