En el Siglo XIX, el
comunitarismo se caracterizaba por la oposición al paradigma individualista y
materialista que fomentaba una sociedad fría, con escasos vínculos solidarios.
En
el Siglo XX el pensamiento comunitaristas vuelve a la escena con autores de la
talla de Buber, Maritain y Mounier, entre otros. La clave para comprender el
pensamiento comunitaristas en los mediados del Siglo XX, es la necesidad de
pensar en paradigmas alternativos a los hegemónicos, tratando de superar, por
ejemplo, los totalitarismos de derechas e izquierdas, así como el modelo
liberal capitalista, componentes de lo que Mounier calificaba entonces un
verdadero “desorden establecido”. Justamente Mournier señalaría que la
despersonalización del mundo moderno y la decadencia de la idea comunitaria
conducían a una “sociedad sin rostro”, de puras masas, donde el prójimo se
aleja y “no quedan más que semejantes que no se miran”.
Maritain,
por su lado, buscando la mejor síntesis posible entre la libertad y la justicia
social, condenaría tanto las salidas del comunismo totalitario como del
individualismo burgués, con sus “crisis de moralidad” así como sus
“desastrosos espasmos de la economía liberal y capitalista”.
Martin
Buber, desde su humanismo hebreo, por su parte, velará no solo por la
construcción de una filosofía personalista (relación yo – tú), sino además por
su vivencia práctica por medio de los populares kibbutzim de Israel, uno de
los casos de economía comunitaria más impresionantes del Siglo XX.
La tercera oleada del
pensamiento comunitaristas, por su parte, es la que estrictamente llamamos
comunitarismo contemporáneo –para distinguirlo de los anteriores-, y por
cierto, es la oleada que continúa vigente de cara a buena parte del Siglo XXI.
Sin
desconocer la importancia que para esta tercera oleada tuvieron las dos
anteriores, digamos que el comunitarismo contemporáneo tiene sus propios
motivos fundacionales y sus propias elaboraciones.
Se
puede señalar que los brotes del comunitarismo contemporáneo, surge como
reacción luego de la publicación por parte de John Rawls de su obra máxima,
Teoría de la Justicia (1971). Desde entonces, las posiciones comienzan a dividirse
liberales y comunitaristas, donde destacan figuras de la talla de Buchanan,
Friedman, o Nozick entre los primeros; Dworkin en posiciones más mesuradas; o
MacIntyre, Walzer y Taylor entre los segundos.
Algunos
de los aspectos compartidos por estos comunitaristas en oposición a los
filósofos liberales, tienen que ver con aspectos tales como la importancia de
los valores sociales para la construcción de determinada concepción de bien; la
importancia de las diversas comunidades que integramos a la hora de generarnos
identidad y socialización; la concepción de la política más allá de mero
espacio contractualista para garantizar los derechos individuales; la
importancia de pensar qué es una buena sociedad y cómo se llega a ella más allá
del subjetivismo individualista, así como el papel que le corresponde a las
comunidades y al Estado en tal sentido.
Un
segundo brote del comunitarismo contemporáneo surge, mientras tanto, desde
concepciones más vinculadas a las ciencias sociales (sociología, ciencias políticas
y economía preferentemente). Se trata de la obra desarrollada fundamentalmente
por el sociólogo Amitai Etzioni, especialmente preocupado desde los años
ochenta por la fuerte ofensiva del individualismo a partir del Gobierno de
Reagan en los EUA, tanto en los planos sociales y culturales como en el plano
económico. La ausencia de valores en los discursos y en la práctica de la
economía, por ejemplo, era un mal que envolvía incluso a las perspectivas más
“progresistas de la época”. Cuenta nuestro autor, que con ocasión del dictado
de unas clases en la Universidad de Harvard, los hombres de negocios le pedían
por favor que no les hablara ni de la familia ni de la moral, pues estas cosas
más valía desconocerlas que manejarlas en el mundo de la economía, donde el
único valor que debería existir es el de dejar actuar en el marco de la más
absoluta libertad. Sucesos como esos, le llevan a conformar junto a muchos
otros académicos, entre quienes por ejemplo, Amartya Sen, una Plataforma
Comunitaria en 1990 inicialmente firmada por cien académicos norteamericanos,
que luego da lugar a una Red de Comunitaristas que reúne actualmente a unos
4000 de todas las nacionalidades y desde todos los rincones del mundo.
Esta
Plataforma Comunitaria estaba basada en los siguientes asuntos:
a.
La importancia del sistema democrático fundamentalmente para construir valores
compartidos mediante el permanente diálogo, la mayor participación posible, y
la mayor cantidad de información y medios de expresión para la ciudadanía.
b.
Entender a la familia como la principal institución de la sociedad civil,
encargada de funciones intransferibles. Para ello, la sociedad toda debe velar
por el mejor cumplimiento posible de esas funciones, especialmente en lo
referido a atender las necesidades de los niños.
c.
Entender a la escuela como una institución fundamental a la hora de formar en
valores, como ser, según reza en el texto original: “la dignidad de cada persona
debe respetarse; la tolerancia es una virtud y la discriminación un pecado; la
resolución pacífica de los conflictos es superior a la violencia; decir la
verdad es moralmente superior a la mentira; un gobierno democrático es moralmente
superior a uno totalitario y a uno autoritario; se debe ahorrar para el futuro
propio y el del país, lo que es mejor que derrochar los ingresos y que depender
de los otros para satisfacer las necesidades futuras”.
d.
La defensa de los principios de solidaridad y subsidiaridad.
e.
El deber cívico de la participación política, revalorizando los espacios
propiamente políticos.
f.
El deber de la justicia social.
Por Pablo Guerra,
Asociación Iberoamericana de Comunitaristas (AIC), 2005
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