lunes, 11 de junio de 2012

Individualismo, colectivismo y comunitarismo



Jaime Castillo Velasco1

1. Algunas nociones generales: Filosofía, Sociología, Política

Tres palabras para definir tres posiciones. Estas tres posiciones estarían en el casillero de la filosofía social, es decir, son filosóficas pero es una filosofía que se refiere a la sociedad. La filosofía es algo así como la concepción fundamental que el hombre tiene de la realidad, de toda la realidad, de la realidad tomada en conjunto. Se tiene una filosofía del hombre, una filosofía de la sociedad. Ser filósofo es pensar sobre el todo y tener una concepción acerca de qué es esa realidad total.

Cuando yo digo que el hombre es una persona, estoy afirmando una tesis filosófica porque defino lo que es el hombre, el carácter del hombre es ser persona.

Entonces, tiene que entenderse el significado del concepto persona, que es una afirmación que vale para todos los hombres, que no importa en qué momento se tome a ese hombre, puede ser del siglo veinte como del siglo mil, o de cualquier momento de la historia pasada.

Es una afirmación que vale, por decirlo así, para el ser humano.

Este tipo de afirmación es una afirmación filosófica que se hace en función de la esencia de la realidad.

Pues bien, este tipo de pensamiento se puede aplicar a la sociedad y se pueden encontrar, entonces, al­gunas consideraciones fundamentales que valen para la sociedad, para cualquier sociedad. Lo que yo voy a decir responde entonces a la filosofía de la sociedad. Filosofía social no es lo mismo que sociología.

Sociólogo es el que estudia la sociedad para establecer simplemente cómo es la sociedad, sin pronunciar ningún juicio de valor, sin decir, esto es verdadero o es falso, esto vale o no vale, sino que simplemente el sociólogo establece la realidad, establece, por ejemplo, las formas del matrimonio a través de la historia, establece la realidad de que, en una sociedad, el factor económico tiene importancia, que influye en determinadas formas. El sociólogo simplemente establece hechos, no pronuncia juicios de valor, no valora, no dice “esto debo hacer”, sino que simplemente se limita a establecer hechos, tal como el físico establece el hecho de que, habiendo tal grado de condensación, el agua cae.

El científico establece los hechos y el sociólogo es un científico que establece hechos, no valoriza, no determina qué está bien o qué está mal. Es filósofo, en cambio, es el que valoriza, el filósofo es el que dice: “la sociedad está mal, hay que cambiarla y hay que cambiarla en tal sentido”. Por eso, cuando Platón, por ejemplo, escribió su libro sobre la República hace una obra de filosofía porque dice: “la sociedad tal como yo la conozco no me gusta, está mal, hay que mejorarla y para esto yo señalo las normas a que debe atenerse una verdadera sociedad humana”.

Cuando Marx, en el siglo XIX, escribe: la sociedad capitalista está en crisis y envuelve una gran injusticia; esta so­ciedad capitalista hay que transformarla y hay que hacer una “verdaderamente humana”, expresión que él usa, allí está haciendo filosofía, porque está valorizando la realidad social. Lo humano es un valor. Las cosas tienen que ser humanas, no pueden ser inhumanas, y tenemos que luchar porque las cosas sean humanas. En consecuencia, hay, pues, una diferencia entre filósofo y sociólogo. Por último, ni filósofo ni sociólogo son lo mismo que político. Político es el hombre de acción, es el que finaliza el significado de los conceptos anteriores y determine su acción.

Digamos: el filósofo dice, “la sociedad está mal, debe ser reformada”, el sociólogo aporta algunos hechos que sirven al filósofo para decir: “ señores, hay que transformar la sociedad en tal dirección”; el político es el que encarna esos con­ceptos filosóficos y dice, en función de esos ideales, “yo los llevo a la lucho y yo trabajo por transformar la sociedad”.

El político es, por tanto, el hombre práctico. El hombre de acción que actúa en función de determinados princi­pios, o sea en función de determinada filosofía. En consecuencia, lo que ustedes van a recibir en el curso de estas charlas son los tres aspectos, les van a hablar del aspecto filosófico, del aspecto sociólogo y de aspectos políticos.

Cuando se expone el tema “Individualismo, Colectivismo y Comunitarismo”, se lo expo­ne en el terreno de la filosofía social, no de sociología, porque no me voy a limitar a decir: “cier­tas cosas existen” sino que se va a decir: está mal por esta razón, y está bien por esta otra razón. Y de las tres posiciones, yo voy a elegir una y voy a rechazar dos; de tal manera que estoy valorizando.

2. Individualismo

Individualismo es un concepto que enfatiza el término individuo. El individualismo es la filosofía que des­cansa en el valor del individuo. El colectivismo se refiere a la colectividad, o sea, que estamos realzando el valor de la colectividad. El comunitarismo es una síntesis de ambos, es una síntesis constructiva que deja de lado lo que es erróneo en el individualismo, y en el colectivismo y coge lo que es verdadero y hace de esto una síntesis superior. Es decir, es como la verdad implicada en el error de las otras dos posiciones y convertida en una posición total y sintética. Ahora bien, nosotros podemos decir que el individualismo es la concepción que destaca los valores del individuo frente a la sociedad: es decir, cada uno de nosotros somos individuos, pero al mismo tiempo vivimos en sociedad. La sociedad nos enmarca y dependemos de la sociedad mucho más de lo que creemos. No nos damos cuenta en qué medida dependemos de la sociedad; el solo hecho de que tengamos que mirar la hora significa que estamos dependiendo de la sociedad porque la hora y esta ur­gencia de actuar según la hora es, en última instancia, una imposición, por decirlo así, una necesidad social.

Nosotros nacimos al mundo y encontramos que hay relojes y que todo el mun­do se comporta según horarios determinados, uno se encuentra con estos hechos y los acepta.

El individuo, todos lo somos, nos encontramos en la sociedad y tenemos que vivir la sociedad. Pero si yo concibo la sociedad como un conjunto de individuos cada uno de los cuales desea algo y quiere realizarlo y para realizarlo uno dice: “a mí no me importa la sociedad, lo que yo pretendo es satisfacer mis necesidad”, puede ser que ese individuo se convierta en una especia enemiga de la sociedad, está contra la sociedad.

El delincuente, por ejemplo, está contra la sociedad, el delincuente típico diría que no acepta la sociedad, sim­plemente se rebela contra la sociedad en la forma del delito.

Nosotros decimos que el individualismo es la filosofía que enfatiza el individuo contra la sociedad. Eso es lo que definimos como individualismo y es en ese mismo sentido que nos parece un error porque significa que a ese individuo se le reconoce el derecho a estar en contra de la sociedad. La sociedad está fundada, según esta interpretación, en el principio filosófico de que yo, Individuo, me puedo alzar contra la sociedad y eso se reconoce como un derecho, o sea, se implanta un principio filosófico que destruye la sociedad misma en forma automática.

Sin embargo, esta filosofía, aquí es donde debemos tener comprensión acerca de no ser nunca sectarios ni dog­máticos, no parte siendo un defecto, un vicio. Parte siendo algo así como una defensa del individuo porque pone el acento en los derechos del individuo contra la sociedad por una razón histórica: la filosofía individualista se desarrolla cuando las sociedades son despóticas, son tiránicas contra las sociedades de la época de las monarquías absolutas en Europa; hay un desarrollo de una filosofía nueva que pide libertad, que pide reconocer el derecho del ciudadano. Esa filosofía dice a cada ciudadano: “usted tiene derecho; usted no es un esclavo, usted no tiene por qué aceptar el dominio que por sobre Ud. Ejerce la monarquía, el monarca, la nobleza como clase superior, sino que Ud. tiene derechos, porque Ud. es ciudadano y el ciudadano es un hombre y el hombre tiene derechos por naturaleza”.

Cuando se desarrolla toda esta filosofía, nace lo que se llama el individualismo. Es decir, nace la filosofía del Individuo, que es una protección contra el Estado gigante.

Entonces, naturalmente, apare lógica, aparece romántica, aparece como la satisfacción de una necesidad profunda de libertad en el hombre. Los individualistas luchan por la libertad contra las tiranías; y las grandes declaraciones de los derechos del hombre responden a este movimiento individualista, en que se reivindica derechos frente a la tiranía. Hay ejemplos históricos notables de valor, de coraje, de inteligencia en esa lucha en defensa de estos grandes ideales de liber­tad, y de estos ideales de libertad surge el régimen democrático; es decir, el régimen que consiste en respetar derechos.

La democracia es el régimen que tiene conciencia de que cada hombre tiene derechos y que la ley o la norma que rige a la sociedad debe respetar los derechos. De tal manera, el individualismo no es un vicio en sí, no es un mal. Digamos, el Individualismo sí, pero la filosofía del Individuo no. Pero ¿qué sucede? Sucede lo que sucede con todas las cosas humanas que corren el peligro de corromperse, de echarse a perder, de transformarse en otra cosa cuando hay un germen de falsedad o de mal en ellas. El individualismo es una verdad, es un bien en la medida en que destaca los derechos y se llega a la noción de los derechos humanos. Porque esos derechos humanos son una protección para todos los hombres, y en cierto modo, se defienden unos de otros. La sociedad ya no puede ser tiránica, porque están las instituciones democráticas que defienden contra la tiranía. Y si el tirano quiere actuar como tal, existen los derechos que se ejercen habitualmente hasta incluso el derecho de rebelión. Pero, al amparo de este énfasis en que el individuo es el rey, como dicen los anarquistas, es decir, que el individuo es todo, y, por lo tanto, yo debo perseguir mis objetivos para ser feliz, para satisfacer mis necesidades, de tal manera, que a mí ya ni me importa lo que pasa con el otro que esté al lado; cuando el otro individuo deja de ser el prójimo de mí mismo y pasa a ser aquél a quien puedo vencer legítimamente, porque yo tengo que perseguir mis propios objetivos; cuan­do esta filosofía se desarrolla bajo tal concepción, bajo esta dinámica interna, entonces resulta que, en los diversos niveles de la vida social, se establecen los excesos, los abusos y nuevas formas de tiranía. En lo económico, por ejemplo, este criterio individualista significa que el hombre debe hacerse rico; debe satisfacer sus necesidades materiales, para esto necesita una estructura social, económica; esta estructura económica es la propiedad enten­dida como conjunto de derechos egoístas del individuo, una propiedad que no tiene sentido social, una propiedad que tiene el sentido de favorecer los intereses exclusivistas del individuo, del propietario, por lo tanto.
Entonces, este individuo se siente como libre, y en eso consiste para él su libertad, para actuar de tal manera que pueda per­seguir sus objetivos y utilizar los medios económicos en tal forma que llegue él a ser poderoso económicamente.

Cuando esto es así, resulta que toda la sociedad se organiza bajo el principio de favorecer al individuo que me­diante cualquier procedimiento utiliza los medios materiales para sí. La legislación, la estructura política, el parlamento y el poder ejecutivo sirven los intereses de los individuos, los cuales llegan a ser poderosos, sobre la base de esclavizar económicamente a otros. Entonces se constituyen las clases sociales dominantes, en que unos pocos dueños de todo, esclavizan económicamente, oprimen, o como se dice en mal castellano explotan a otros. Entonces, viene la estructura de la sociedad capitalista, dividida en clases sociales antagónicas, en que unos poseen los medios de producción y otros solamente su trabajo, en que el antagonismo social es tremendo, lleno de odio, de lucha, en fin, de desigualdad y surge más tarde la necesidad de cambiar esas mismas clases sociales.

Es decir, el individualismo que empieza como una reivindicación de lo que hay de profundo y sano en cada hombre, se convierte en un régimen social de desigualdad, de opresión. Se convierte económicamen­te en un capitalismo. Se convierte socialmente en la lucha de clases y se convierte filosóficamente en el pre­dominio del egoísmo sobre la Fraternidad. Tratemos, entonces, de contraponer el concepto de colectivismo.

3. Colectivismo

En el colectivismo, se acentúa el concepto de lo colectivo, exactamente lo contrario del concepto de lo individual. Lo que vale es la suma de individuos, el conjunto, el grupo, la colectividad. El pensador que destaca el valor de lo colectivo es, en la expresión filosófico-política habitual, socialista. Socialismo es, al principio, la afirmación simple de la primacía del bien de todos sobre el bien del Individuo. Este individuo que se alza contra el bien co­lectivo; el individuo que pusimos como ejemplo típico (el caso del delincuente), la del individuo que solamente ejercita derechos. Este último actúa como auténtico ser humano, y está, por lo tanto, ensamblado en una sociedad que a su vez respeta los derechos humanos.

Pero, se observa históricamente que existe ese abuso, ya señalado a propósito del sistema capitalista, unos pocos mandan a los demás; el poder económico de una clase social se transforma en un poder político dictatorial; la democracia es falseada por las diferencias de orden económico.

Cuando se observa eso, viene el pensador colectivista o socialista y dice: ”hay que reivindicar ahora, frente a este abuso de los individuos convertidos en clase social dominante, el valor de la sociedad. Este valor de la so­ciedad tiene que pasar a ser el valor fundamental y hay que ordenar la sociedad en función del valor colectivo.

Este concepto aparece claro porque nos da la noción esencial de que lo social, en todos los diversos sentidos de esta palabra, es algo que vale. La sociedad no es una suma de Individuos sino que es más que una suma de Indi­viduos, es un ente colectivo diríamos así, y eso se experimenta a cada rato, en lo más íntimo de la vida social. Se siente la presión de la sociedad en torno, constantemente. Hablar delante de personas no es lo mismo que hablar delante de unas bancas vacías. Por un lado, las bancas vacías harían más fácil la tarea, porque no cohiben, no inhi­ben, no asustan, pero por otro lado, tampoco estimulan. La sociedad es una realidad patente para todos nosotros.

Estos estados sicológicos de estímulo o de represión en grupo, se experimentan a cada instante. A veces, una persona es “canchera” en un grupo dado, puede actuar con mucha desenvoltura; en otro momento, puede que estén las mismas personas, pero basta que estén en otro lugar para que haya un estiramiento, para que haya otra manera de ser, otra forma de conducta; hay veces que esa persona se atreve a romper el hielo y tiene incluso el deseo de romperlo; otras veces diría: “que me trague la tierra”, para no estar presente. Eso sucede a cada paso. Estos estados psicológicos dependen de una serie de circunstancias, dependen de un conjunto de razo­nes que pesan en un momento dado. Ello nos demuestra que lo social es una realidad profunda, que a veces nos estimula y a veces nos deprime. Y, por eso, lo peor que puede hacer un sistema es convertir a los hombres en elementos que forman una masa, lanzada o recogida de acuerdo con ciertas maniobras, ciertos instrumentos prefabricados. Se puede hacer con un ser humano todo, se le puede deshacer físicamente, sicológicamente, mo­ralmente, o se le puede levantar. El poder sobre la masa, sobre la multitud, sobre la opiniónpública, es enorme si se sabe manejar. El gran defecto que puede haber en todo esto, es que, en vez de formar una comunidad de hombres libres, se haga de éstos, parte de una masa amorfa que se deja llevar, y por lo tanto, es capaz de cual­quier crimen y de aceptar cualquier sometimiento. El pensador colectivista o socialista reivindica el valor de lo social, sobre todo lo reivindica, moral y políticamente, frente a la sociedad capitalista individualista. Estable­ce, pues, nuevos derechos. Ya no son los derechos del individuo, son los derechos de la sociedad frente a los abusos del individuo. Esto es lo que enfatiza, esto es lo que se convierte en el centro del nuevo pensamiento.

¿Cuál es, sin embargo, la dinámica que tiene ese pensamiento? Otra vez lo mismo; si se quedara en destacar la primacía de lo social sobre lo individuo, todo andaría muy bien.

Hasta allí el marco ideológico, moral filosófico y político está perfecto. En este sentido, nosotros, todo ser huma­no auténtico, debiera ser partidario de esa primicia de lo social. Eso corresponde sustancialmente a toda la filoso­fía cristiana. Cuando, en la filosofía cristiana, en la época de Santo Tomás de Aquino para adelante, por, ejemplo, se habla de la persona y el bien común, o sea, cuando se usa este concepto tan clásico del bien común, lo que se está diciendo es precisamente eso: la primacía del interés de todos, o sea la sociedad entera, sobre los individuos que se oponen a ella. Y es en función de ese principio que se puede castigar al delincuente o que incluso se pueda exigir. El patriotismo no pasa de ser una aplicación de principios en que lo social prima sobre lo individual. Pero, ¿qué sucede?

Sucede que, al enfatizar la primacía de lo social, se puede correr el riesgo inverso al que vimos en el caso del individualismo, o sea se puede correr el riesgo de convertir lo social en lo único que vale y en desposeer a lo social de los valores individuales es decir, que se mire la sociedad como un conjunto hu­mano, pero que no se considere el derecho individual dentro de esa sociedad. Que se mire solamente el dere­cho de la sociedad (frente a los individuos), pero no el derecho de los Individuos frente a la sociedad. O sea, se ha trastrocado el cuadro del Individualismo. Se le ha negado, se ha dado vuelta, y se elige como verdad lo contrario; se pierde el sentido de que el individuo tiene derecho frente al poder omnipotente y una socie­dad era para que no existiese tal poder omnipotente. Ahora se enfatiza la omnipotencia que está gobernando de arriba para abajo la sociedad. Y los individuos pasan a ser los que no tienen derechos, los que en verdad están nuevamente sujetos a una forma de opresión, una opresión inversa, pero tan opresión como la anterior.

Si lo aplicamos a los diversos niveles de la vida social, vemos que, en lo económico, esta primacía exagerada de lo social sobre lo Individual se transforma en la economía colectivista, es decir, en la economía en que nadie es dueño de nada. Así como antes la propiedad estaba fundada en el derecho del individuo y se suponía que el individuo podía emplear su propiedad sin importarle el interés social, ahora se supone que el Estado representa al interés social, y la economía está, por lo tanto, toda en manos del Estado. No hay nunca un individuo que posea derechos económicos frente al Estado. ¿Qué es el individuo frente al Estado como productor? No es nada más que un asalariado; es un nuevo trabajador exactamente como en un régimen capitalista, donde el trabajador, el obrero, no es nada más que alguien que recibe un salario para una empresa que no le pertenece, que pertenece sólo al capitalista. Acá, en cambio, la empresa pertenece al Estado y todos los hombres trabajan para el Estado y reciben sus salarios. Es decir, es la misma relación de dueño de los medios de la producción y trabajador de un régimen capitalista, pero sustituyendo a la clase patronal por el Estado. El régimen colectivista nos lleva, en lo económico, a lo que llamamosprecisamente colectivismo, o estatismo, o socialismo estatista, es decir, un socialismo entendi­do como que solamente el Estado es centro del poder económico, social, e ideológico del país. Esto, conduce en el plano político, así como antes nos llevó a la democracia falsificada, a la democracia que no es auténtica, donde las condiciones sociales permiten que un grupo minoritario pueda manejar y controlar el funcionamiento de las Ins­tituciones, contra la opinión auténtica de los ciudadanos; ahora, se nos plantea el manejo de los hombres, a través del estado totalitario. El Estado en que se supone que el Estado es todo. Estar dentro del Estado es el único valor. El que quiera levantarse contra el Gobierno es aplastado. Es un hombre que carece de derechos, de influencias, del derecho incluso de rebelión: porque la rebelión está prácticamente suprimida en este mundo de dictadura abso­luta que es el Estado totalitario. Es decir, el Estado totalitario es otra manera de presentar la opresión del régimen capitalista. El Estado totalitario, puede decirse, que, en este sentido, es aún más poderoso, porque el instrumento “Estado”, en el siglo XX, puede llegar a ser tan poderoso que simplemente destruye todo vestigio de personalidad. Es decir, en un mundo en que incluso los mejores valores pueden estar totalmente falsificados. El valor de la soli­daridad, falsificado, el valor de participación en las tareas comunes, totalmente falsificado. En el fondo, la gente actúa por miedo, el miedo es como la razón íntima de la conducta de una sociedad entera, pero fingiendo los valo­res espontáneos de la naturaleza humana. Se actúa como si fuese solidario con los demás, se actúa como si fuere generoso y desprendido, pero en el fondo se está actuando sin adjudicar un valor a la sociedad en que se vive, sino que solamente por un terror congénito que sacude a todos los ciudadanos de todos los sectores, incluso entre los que están mandando y especialmente en los que son mandados. El Estado totalitario se vio en el régimen de Hitler en Alemania, se vio en las diversas formas del fascismo, se vio también y se sigue viendo en el comunismo. El comunismo se ha zafado un tanto del problema, todavía quedan las ramas la estructura, en los países comunistas, salvo casos muy especiales, pero la peor época fue la época en que dominó Stalin, en la Unión Soviética, y creo, que el que conoce esa etapa no tiene derechos a opinar en 1970 sobre nada. Allí se llegó a extremos de humilla­ción de la persona humana que recuerdan los peores momentos de la Historia. Y eso se hizo, y es lo importante como lección que hay que sacar, en función de una ideología humanitaria y de una revolución social igualitaria.

Sin embargo, esa revolución degeneró por la lógica de aquel concepto, en que se empieza con la pri­macía de lo social, pero se enfatiza esto de tal manera que lo social aparece como desprendido de los indi­viduos concretos de carne y hueso que forman la sociedad, y cuando no se reconoce el derecho de los individuos concretos, no se los valoriza como tales, no se les reconoce una esencia que merece respe­to. Sucede que se implanta sobre ellos la estructura despótica y dictatorial y se vuelve al absolutismo.

No es extraño que a los enemigos, Stalin los llamara “perros rabiosos” y no es extraño que a los enemigos de Fidel Castro se les llame “gusanos”, estos términos indican su sicología:


Yo puedo aplastar a un gusano y nadie me dice nada, porque el gusano no vale nada; al perro rabioso se le mata de un tiro porque es perro rabioso.

Éstos son términos creados por ellos mismos, son sicológica y moralmente significativos.

Repito y resumo: el colec­tivismo es también una forma de vida social, que partiendo una intención que procura rescatar un valor humano, sin embargo, por su dinámica corre el peligro de llegar, otra vez, a contradecirse y a convertirse en otra forma de opresión.

4. El Comunitarismo

El último concepto a explicar es el comunitarismo. La palabra tiene un defecto desde el punto de vista idiomáti­co porque parece que no es castellana. El concepto comunitarismo viene de comunidad y la palabra comunidad sí que es fácilmente comprensible.

Tratemos de fijar qué queremos decir con esto dentro del mismo análisis comparativo con las otras dos conclusiones. Comunitarismo es la concepción que destaca simultáneamente el valor de lo in­dividual y de lo social. Dicho más concretamente y en un plano político: que destaca y armoni­za los derechos del individuo frente a la sociedad, con los derechos de la sociedad frente al Individuo.

Esto solamente puede conseguirse en caso de disponer de una cierta estructura conceptual que nos permita explicar esta relación. Si nosotros concebimos a cada hombre, a cada ser humano, como un individuo cuyos derechos llegan, incluso, a la destrucción de la sociedad, no estamos considerando a ese hombre como tal: porque él sería una crea­tura que destruye su relación con otros hombres, porque destruye la sociedad que es el conjunto de las relaciones entre los hombres. Nosotros no concebimos a la sociedad como aquella entidad que hace imposible y que destru­ye la vida de los hombres, como ciudadanos independientes unos de otros, como seres en suma. También esa con­cepción no podría ser humana, porque está destruyendo una realidad que es la existencia individual de cada sujeto.

Tenemos, por tanto, que concebir al hombre de otra manera ; y por eso es que aquí hay un concepto filosó­fico detrás de estas cosas. Tanto en el Individualismo como en el colectivismo, el concepto del hombre que está ahí detrás, es el de un ser que puede ser inhumano, porque puede actuar de tal manera que destruya las posibilidades humanas de otros. Es un mero individuo, es una entidad social deshumanizada. Es decir, la savia propiamente humana se ha restado en la concepción individualista y enla concepción colectivista. Es algo extraño al hombre lo que los esta definiendo. En el mero individuo, la mera materialidad y la satisfac­ción y las necesidades puramente materiales e individuales.

En el otro, es lo mismo, pero ahora convertido en una especie de monstruo que es precisamente un poder social sin base moral, sin base propiamente humana.

Entonces, hay que concebir al hombre de otra manera. Nosotros decimos que, dentro de la tradición filosófica de origen cristiano, el hombre es persona, no es un mero individuo.

Tampoco es un ente social puro, sino que es una persona que vive con otras personas, que convive con otras personas. En el lenguaje puramente cristiano, eso significa ser prójimo de su prójimo. Todo el cristianismo está, en verdad, en la noción del prójimo, cuando se concibe a otro hombre como a un próximo; es decir, como a un hermano, como alguien que está cerca y que vale tanto como uno. Se está dando a todos los seres humanos un valor sagrado, un valor que inspira respeto, que ins­pira amor. Amar al prójimo en el lema cristiano es exactamente como definir al hombre como persona. Persona es lo que cada uno de nosotros tiene de respetable en sí, de superior a cualquier contingencia física, histórica y social. 

Sobr el Autor:  1 Jaime Castillo Velasco (Santiago, 14 de marzo de 1914 - Santiago, 29 de octubre de 2003) fue un abogado, filósofo, académico y político democratacristiano chileno, ministro de Estado durante el gobierno del presidente Eduardo Frei Montalva.

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