COMUNITARISMO Y SOLIDARIDAD: FUNDAMENTOS DEL ESTADO
COMUNITARIO
Alfredo Sarmiento Narváez
Avanzar en el desarrollo de una persona
y una sociedad comunitaria, así como en el propósito de crear un Estado
Comunitario, pasa por la necesaria reflexión sobre el significado del
comunitarismo como escuela social y política, que para los tiempos que corren,
tiene presencia e impacto en el contexto anglosajón e iberoamericano.
El comunitarismo
recoge el entusiasmo de personas de diverso origen, edad y experiencias
religiosas. Judios, católicos en las diversas y plurales manifestaciones que
tiene esta tradición religiosa, españoles, mexicanos, uruguayos,
norteamericanos, canadienses, chilenos,
colombianos, hombres y mujeres cuyas edades oscilan entre los 25 y 75
años, comparten las tesis centrales del comunitarismo. En mi caso particular lo
hago en condición y opción de colombiano,
con una visión secular, laica y no confesional del mundo, aproximándome ya a los cuarenta años de edad.
El comunitarismo
como lo sugiere Amitai Etzioni, uno de sus mas connotados y comprometidos
autores, en su libro La Nueva
regla de Oro “…pasa por encima de la
vieja discusión entre pensamientos de
izquierda o de derecha y sugiere una tercera filosofia social. La razón básica
que hace indispensable este reordenamiento es que el mapa
izquierda-derecha se centra en el papel
del gobierno en contraposición con el sector privado y en la autoridad del
Estado en contraposición con el individuo”. El eje de reflexión para el
comunitarismo, más allá del dualismo Izquierda-Derecha, es la relación entre la
persona y la comunidad, las necesarias autonomías y libertades para la persona
en un proyecto democrático y el necesario orden para que la comunidad logre formas
de justicia integral.
A una izquierda
que considera que es el Estado el mejor
sujeto para resolver la agenda social y económica de una sociedad y a una derecha que en el mismo sentido
deposita la totalidad de sus apuestas en
el mercado, el comunitarismo propone una concurrencia del Estado, del mercado y
de un fuerte sector de empresarialidad social y solidaria en la gestión del
bien común.
A una derecha
que reivindica el capital como factor de producción y a una izquierda que
reivindica el trabajo, el comunitarismo propone reconocer a estos dos factores
como generadores de riqueza económica e
invita a que el capital, sin incurrir en prácticas especulativas, y el trabajo, sin incurrir en prácticas
burocratizadas, sumen esfuerzos con otros factores de producción como la
tierra, la tecnología y el conocimiento y superen cualquier tipo de práctica
rentística y coadyuven en la generación de una cultura de empresarialidad y de empresarios que deje atrás la cultura de
negocios y negociantes. El comunitarismo supone más empresarios y menos
negociantes en los tres sectores de la vida económica y social de una comunidad:
el privado, el público y el solidario.
De otra parte, el
comunitarismo no esta en contra del conservadurismo, del liberalismo y del socialismo.
Se presenta como una propuesta diferente a cada una de esas escuelas, por la vía
de retomar en forma crítica y
propositiva los conceptos fundamentales que son característicos en cada
una de esas escuelas políticas.
Así, el
comunitarismo reconoce principios tan importantes a la tradición conservadora
como el orden y la autoridad. Afirma con
claridad que el orden ha de ser entendido desde una perspectiva dinámica, no
quietista, y ha de ser objeto de construcción social y no como un acto revelado
por una persona o grupo parcial de una comunidad. Para el comunitarismo el
binomio autoridad - obediencia es necesario en cualquier comunidad, pero exige no
confundirlo con el binomio poder -
servilismo.
Del liberalismo,
el comunitarismo rescata la valoración que aquel hace por los principios de
autonomía y libertad. El comunitarismo afirma la necesidad de que cada sujeto
social que legítimamente invoque estos principios, los ejerzan en el horizonte
de la responsabilidad social. Ni libertinaje ni autonomía irresponsable caben
dentro de una perspectiva comunitarista, la cual reconoce la autonomía y la
libertad de la persona y de los diversos estamentos de la sociedad civil como
principios intrínsecos a un proyecto democrático.
Con el
socialismo el comunitarismo comparte su interés por la justicia social pero lo
hace reivindicando la digna diversidad y
no dentro de lógicas que colinden o apuesten
por modelos colectivistas de vocación igualitarista. La digna
distribución de riqueza económica, poder político, poder cultural son propias
de una visión comunitarista.
El comunitarismo
supera la visión dualista privado vs
público y reconoce la necesaria concurrencia de estos dos sectores, con sus
respectivas lógicas económicas y formas jurídicas en la gestión del bien común.
Reconoce además de manera explícita, como otro protagonista en la gestión del
bien común, a esas formas de emprendimiento solidario propias del tercer
sector, de la economía social y
solidaria, representadas en Colombia por
cooperativas, fondos de empelados, voluntariados, acciones comunales, cajas de
compensación, fundaciones y corporaciones sin ánimo de lucro y asociaciones
mutuales que para el caso particular de Colombia empiezan a reclamar la
construcción de un derecho solidario. En la perspectiva comunitarista, el
mercado, el estado y los emprendimientos solidarios han de contribuir en la
generación de riqueza económica, en su justa distribución y en el desarrollo de
capital social de toda comunidad.
El comunitarismo
afirma la necesidad de entender la democracia no sólo como un procedimiento
sino también como la construcción cotidiana de actitudes y hábitos que permitan
hacer trámite creativo de la diversidad, de la complejidad de intereses y
conflictos que transitan por la trama social de las comunidades contemporáneas.
Las
manifestaciones tanto representativas como participativas de la democracia son
necesarias en una visión comunitarista. La apelación a la representatividad por
la vía de partidos políticos contribuye a tramitar los diversos intereses que
confluyen en un tiempo y espacio comunitario
y el comunitarismo reconoce la importancia de los partidos como
tejedores de voluntades colectivas y canalizador de liderazgos personales.
Como afirmó
Norberto Bobbio, la democracia contemporánea necesita precisar no sólo cuantos
apelan a ella por las vías procedimentales del voto, sino también necesita
ampliar los espacios en donde ella se realizan; razón por la cual, la dimensión
participativa de la democracia también concita el interés del comunitarismo
para llevar sus manifestaciones actitudinales, culturales y procedimentales a
la escuela, al barrio y a la empresa, entre otras instancias de desarrollo
social y político.
Desde el
comunitarismo se puede revisar de manera crítica las prácticas propias de los regimenes
presidencialistas y modelos centralizados de la gestión territorial. Por ser
una escuela política que cree en la necesaria distribución de ese bien social
que es el poder político del que habló Michael Walzer, se podría afirmar que el
comunitarismo acogería con entusiasmo
todo avance institucional en la vida política de un país, que contribuya a lograr los rasgos de un modelo de régimen
parlamentario y la profundización de una
mayor autonomía en la gestión territorial.
El comunitarismo
tiene un fundamento antropológico, la persona, que supera la visión
individualista de estirpe liberal privatista y también trasciende aquella
visión que reduce al ser humano a ser solo un ciudadano preocupado por
la construcción de lo público estatal.
La persona
integra sus dimensiones privadas y públicas y busca aumentar la coherencia comportamental entre estas dos esferas de la
vida cotidiana entendiendo que desde
cada una de ellas se puede construir o destruir el bien común. La noción de
persona y la escuela de pensamiento que la promueve encuentra en las escuelas
del personalismo comunitario de Emanuel Mounier, católico francés que vivió en la primera mitad del siglo XX, y
del judío Martin Buber, autor de YO-TU, sus más reconocidas fuentes filosóficas
a las que se suman los aportes que desde México para el mundo hiciera el nóbel
de literatura Octavio Paz.
El Comunitarismo
apela a la solidaridad como el liberalismo lo hace con la libertad, el
socialismo con la igualdad y el conservadurismo con el orden. En la perspectiva
comunitarista, la solidaridad no es un deber que se cumpla a regañadientes o
por obligación, con un cierto sentimiento de culpa y renunciando a los propios
intereses en aras de los intereses de los demás. En la perspectiva
comunitarista, la solidaridad, y el acto de solidarizarse, se lee como un
derecho que tiene toda persona u organización, el cual se puede ejercer de
manera autónoma y gozosa, satisfaciendo los intereses propios y de los otros,
llegando a ella por persuasión y seducción. Ejercer el derecho a solidarizarse
en clave comunitarista es participar activamente en la gestión del bien común y
puede ser un derecho que se invoque por el sector público, por el sector privado
y el tercer sector, los tres sectores tendrán el deber de ejercer ese derecho de
manera socialmente competente y
responsable.
Si el
liberalismo como escuela de pensamiento político hizo las aportaciones
necesarias para construir un modelo de estado de derecho que hoy también es
reivindicado por las escuelas conservadoras y el socialismo propició la
construcción de un modelo social benefactor de estado, es apenas legítimo que
el comunitarismo, amén de reivindicar una nueva figura antropológica como es la
persona para la construcción de lo político, proponga una visión de sociedad
civil como el espacio de la autonomía democrática y responsable y la
construcción de un modelo de Estado Comunitario, que no caiga en las veleidades
del neoliberalismo ni del burocratismo.
Cabe en las
posibilidades del comunitarismo configurarse como un cuerpo de doctrina que de
paso a la creación de un nuevo movimiento político, partido político, de
vocación histórica. El comunitarismo, con su antropología y visión de sociedad
y Estado, es una invitación a la creatividad social y política ( nada mas cerca
de la fe que el acto creativo como dijo Miguel de Unamuno). Ya que la Colombia de hoy no es aún
una sociedad comunitarista y no ha alcanzado el desarrollo de un Estado
Comunitario, aunque tenga potencial para
ello y el derecho de seguirlo intentando, es menester seguir perseverando en
ese propósito.
A cuatro años de
trabajo alrededor de este propósito y con un horizonte de tiempo por delante
para seguir avanzando en el mismo sentido, el comunitarismo como criterio
social, económico y político tiene la oportunidad de seguir iluminando en el
caso colombiano, y para testimonio en el contexto iberoamericano, las
estrategias de desarrollo y acciones que
permitan avanzar hacia una persona, una sociedad y un Estado con vocación, talante
e identidad comunitaria. En este sentido, la creatividad sigue invocada como la
más auténtica manifestación de la libertad, la digna diversidad y la
solidaridad.
Alfredosarmiento2019@hotmail.com
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